EE de 8 días
¿Qué son?
Los ejercicios espirituales nacen de la experiencia personal de San Ignacio de Loyola, peregrino en búsqueda de la voluntad de Dios. Puso por escrito algunas de las cosas que le habían ayudado personalmente, para poder así ayudar a otros. Desde hace cinco siglos han sido un modo de ayudar al encuentro con Dios en la propia vida, en el camino único e irrepetible de cada persona.
¿Para qué?
- Los ejercicios espirituales se hacen para tomarse el Evangelio de Jesucristo en serio.
- Para romper las ataduras interiores que nos impiden ser verdaderamente libres para amar.
- Para descubrir el verdadero rostro de Dios, el que nos enseña Jesús.
- Para percibir el modo concreto en que Dios nos invita a amar y servir.
- Para no contentarnos con una vida mediocre, a medio gas, y llenarla de todo el sentido.
- Para ir más allá de las ideologías, de las buenas intenciones, de las emociones pasajeras y saborear una verdad gozosa que permanece…
¿Para quién?
- Son para gente capaz de poner en juego lo que tiene para perseguir lo que ama, con un talante emprendedor y arriesgado en correspondencia con una apuesta existencial de gran calado.
- Gente sedienta de conversión profunda porque sabe que necesita algo más y algo distinto, o está atravesada por la búsqueda y el anhelo de lo que Jesucristo promete.
- Los Ejercicios requieren de la persona cierta estabilidad emocional, compromiso para mantener los tiempos de oración personal y capacidad para la interiorización.
¿Cómo?
Los Ejercicios se acomodan a quien los hace, a lo que busca y necesita. Por eso existen varias modalidades. En Javier ofrecemos la modalidad en retiro, en silencio y soledad ante Dios. Adaptando las necesidades en cuanto al tiempo: cinco días, ocho días, mes de Ejercicios. Personalizados o en tanda; con acompañamiento personal y/o grupal. Tiempo para la oración personal, para la intimidad con Dios, con la ayuda de las orientaciones que proporciona la persona que los da. Reposar las experiencias vividas, examinarlas para descubrir su significado más profundo.
El acompañamiento personal ayuda a orientar el proceso, descubrir la voluntad de Dios en la propia vida, animar y fortalecer al compromiso.